jueves, 18 de junio de 2009

Invitación, especial Alejandría!






PRESENTACION LIBRO “ZONA DE OBRAS. Teatro argentino” de Editorial “Corregidor”.


Martes 23 de junio, 19.30 en LOS PORTEÑITOS, Salta 135

1) PRESENTACIÓN:
PRESENTACION LIBRO “ZONA DE OBRAS. Teatro argentino” de Editorial “Corregidor”.
El Libro incluye las obras:
Lucha Libre de Daniel Dalmaroni
Con la mano de Dios (Anguila y Gamarra tocaron el cielo) de Luis Saez y
Celular de Pablo Albarello
Nos acompañan en esta presentación, además de los tres autores, el dramaturgo Roberto “Tito” Cossa, autor del prólogo del libro, el crítico Jorge Monteleone que se referirá a las obras y los actores Pablo Iemma y Roberto Ponce que leerán fragmentos de la obra de Saez; el actor Martín Leis que hará lo propio con la obra de Albarello y el actor Juan Palomino que leerá una escena de la obra de Dalmaroni junto al propio autor.
//que leerán fragmentos de las obras

2) TITO COSSA:
Presentación de Roberto “Tito” Cossa, prologuista del libro quien será el primero en hablar.

3) JORGE MONTELEONE
Presentación de Jorge Monteleone, que hablará de las tres obras.
JORGE MONTELEONE es Profesor en Letras por la UBA, Investigador del CONICET y es crítico literario y teatral de los diarios “La Nación”; “El Día” y de la Revista TEATRO del Teatro General San Martín.
PALABRAS DE LOS AUTORES
Breves palabras de cada uno de los autores.

LECTURA DE FRAGMENTOS
Lucha Libre por Juan Palomino y Daniel Dalmaroni
Con la mano de Dios (Anguila y Gamarra tocaron el cielo) por los actores Pablo Iemma y Roberto Ponce.
Celular por el actor Martin Leis.

domingo, 14 de junio de 2009

Daniel Muxica

“Aprenderá que es soberbia

agregar adjetivo alguno a la muerte”

a Gabriela Pais y Ricardo Rojas

Es difícil comenzar a conjugar los verbos en pasado. Recién vuelvo a casa, y llega a mí una de esas noticias que remecen como un relámpago ciego: “murió Daniel Muxica”. Y como si no alcanzara a entender, modulo la sorpresa con los labios. Busco qué pasó con él, si quizás es una broma, pero no encuentro ninguna noticia, salvo un mail escueto y una nota en un blog.

A Daniel lo vi en febrero, y supe que viajaba invitado a un encuentro de poesía a Estambul; bromeamos con las odaliscas danzando –como en su libro sobre las bailarinas- mientras el poeta recitaba. Después de su paso por Europa trataríamos de que viniera a Chile con su amigo, casi hermano, Ricardo Rojas Ayrala. Conversamos mucho rato, como le gustaba a él. Es -insisto en presente- el típico argentino que habla en extenso, con gracia y humor narrativo, a lo que suma un puro a la boca. En Argentina he encontrado mejores personas que en Chile, seres humanos que no tienen ese recelo clasista, con dosis de resentimiento y desconfianza, tan típica de nuestro país. Se nota en algo que nosotros hemos perdido: el trato. La cortesía, esa forma de acogida gratuita, es una hospitalidad que la clase media argentina conserva. No pienses que soy un “maleducado”, me dijo Daniel, cuando una vez se colgó –como dicen allá- y olvidó dónde nos íbamos a reunir. Esa palabra –“maleducado”- no la escuchaba desde mi niñez, como varias palabras que uno oye en Argentina, dando cuenta no sólo de la resistencia a la tecnología propia de la vejez de Buenos Aires, sino también de ciertas formas de trato que persisten en su vida cotidiana.

Las veces que nos encontramos charlamos horas. Daniel tenía una manera característica de delinear su capacidad discursiva, unía la última palabra de una idea con otra, sin desmayo, de tal modo que cuando uno pensaba que podía intervenir, ya estábamos en un nuevo giro de la conciencia. Una vez, por ejemplo, cuando pasaba por Corrientes, calculando precios y libros como típico extranjero receloso, lo encontré de improviso en una mesa al medio de la calle; me invitó algo de beber y conversamos por largo rato junto a Ricardo Rojas sobre la escritura y la relación con la política (unión que es imprescindible en la mayoría de los escritores argentinos). Pasamos de Perón a establecer relaciones entre Racing y Wanderers, algunos poetas interesantes de nuestros respectivos países y la política de derecha que gobierna Chile. Daniel se esforzó en todas nuestras conversaciones por explicarme con detalle el peronismo; intentando, creo, exponer su relación con la izquierda peronista. Creo, porque todavía no comprendo exactamente la diferencia entre los movimientos políticos de Argentina.

En mi segundo viaje a Buenos Aires, me invitó a la noche para comer un asado. Su casa estaba ubicada en un sector áspero, cerca de Avellaneda, en Barracas. Llegué sin hablar una palabra tanto en el colectivo como en la calle para que no notaran el acento, intentando reconocer la dirección. Allí estaba su esposa, la poeta Gabriela Pais, Luis Tedesco y su familia, además de dos enormes perros que giraban alrededor de la parrilla y unas columnas griegas que me llamaron la atención, tal vez porque irrumpían de pronto en medio de la casa haciendo eco con la bella arquitectura anacrónica de la ciudad. Más que conversar de poesía, estuvimos hablando de política y, por ende, de Fútbol. Dos temas que a la larga terminaron unidos al ejercicio de la escritura. Había publicado hace poco su libro La conversación, y aparecía una reseña en la revista Hablar de poesía, escrita precisamente por Tedesco. Un poemario interesante en varios aspectos, que me propuse releerlo como un homenaje a Daniel, y tomé algunos, breves, apuntes afectivos.

Llama la atención, en primer lugar, la apelación constante al lector, hablándole directamente como si estuviera en una conversación -tal como el título del libro- pero no una cualquiera, sino una referida a la imagen, los deseos, las palabras, la muerte; es decir, un diálogo metafísico escrito desde la soledad. Porque a pesar de que el libro llama a una conversación, hay una voz desperdigada en la página con un tono reflexivo e interrogante de su extravío, asemejándose tal vez a algunas narraciones de Samuel Beckett. “EN EL FINAL/ querrá hablar/ aprenderá que el lenguaje es la última soledad/ tomará el teléfono para llamar a nadie (…) y no hay sótano más oscuro/ más húmedo/ más minucioso/ más ninguna parte/ que lo que cada uno dijo”. Y ese es el fin de la conversación.

Para alguien como Daniel, una persona tan llana, que desplegaba una amistad franca y acogedora, asombra el resultado de este libro, el tono de monólogo extraviado al que conjuga la mirada y la visualidad, junto con la inserción de frases autorreflexivas puestas entre paréntesis y cursivas, cerrando con una contraportada en que se incluyen solamente “X” y una pintura de Francis Bacon. En la gacetilla de prensa que acabo de encontrar en mi ejemplar, dice: “una poemática singular, un juego dialógico entre la imagen del sujeto camino a la muerte y el sujeto conversando con ella”. Cierto, pienso ahora, quizás la única manera de charlar con la imagen de la muerte, que es asimismo el paso del tiempo, sea el monólogo, el sin sentido al que queda uno expuesto en las vísperas. También muestra que, a pesar de la amistad y el cariño, la conversación y las palabras, hay algo de intenso monólogo como remanente de la experiencia. Algo que nos dice que no conocemos cabalmente a quien se encuentra a nuestro lado, algo no mencionado. Algo que me hace pensar en el Daniel que nunca conocí.

Sin embargo, en el mismo ejemplar que tengo de La conversación está el tríptico que anuncia el Encuentro de poesía donde nos conocimos en la ciudad de Tandil, el año 2006. Y da cuenta de varios datos que generalmente uno puede mencionar de una persona. Por ejemplo que publicó la revista Los rollos del mal muerto, una edición bellísima que se confiesa como una publicación incómoda, como de hecho lo es; fue director de La bohemia, una editorial dedicada a la poesía, hasta que dejó su cargo. Publicó varios libros de poesía y narrativa, y podemos agregar que estaba a punto de publicar un nuevo poemario por el hermoso sello editorial Bajo la luna, y una novela por la conocida editorial Mondadori. Las dos publicaciones debieran salir entre julio y agosto de este año. Esas cosas se pueden mencionar, pero lo más importante es que de sus conversaciones puedo decir que era un amigo afectuoso, era uno de esos poetas que recogen a través de sus palabras el aprecio y la admiración sin retorcimientos. Era una de esas personalidades de la celebración, con responsabilidad política y capacidad de escucha. Era, y es difícil decirlo, porque la muerte deja la sensación de un fraude, la indignación por una injusticia que quiere revocarse. O como acuñan sus propios versos: “estará usted entonces en la sensación misma/intentará sobreponerse/ distinguir detrás el relámpago que ciega”.

Jorge Polanco Salinas

Valparaíso, junio de 2009

miércoles, 6 de mayo de 2009

Quetros en Alejandría!!!


¡vení a oir cuentos, poesías, tangos y a buscar tu Quetrófila!!!


jueves, 9 de abril de 2009

miércoles, 4 de marzo de 2009

RASCACIELOS, de Enrique Winter


Rascacielos
Enrique Winter
Literal, Colección Limón Partido
México 2008

Por Valeria Tentoni

Como si alcanzando el cielo, si el cielo fuese algo que finalmente se alzase sobre nosotros y bastase con acercarse, con apenas rozarlo desde un rascacielo para que exista, estos poemas crecen desde el asfalto y se abrazan a la altura, se tuercen en ella como trepadoras, se hacen de espirales y de giros, ocurren en esa altura, germinan. Enrique Winter, chileno, abogado, poeta, se convierte en alpinista de riesgo y escribe "Un muro es un muro aunque le pinten flores...". Y no se vale sólo de la palabra, de la magia precaria que propone una poesía -cualquier poesía-, sino que también se hace de la imagen; ya en el juego de la palabra en el espacio de la hoja, ya en los poemas visuales que completan la obra, o en las páginas que se despliegan porque no sería justo que se quiebre el poema, que se lo fraccione. Y en el rascacielos circulan personajes; Merlina, Lissette, las estudiantes de derecho, la Polaca, Jorge, el Marco con sus cumbias; y todos se conjugan como si cada poema fuese un ventanal, un piso trece omitido en la cuenta, un balcón desde el que los verbos se gritan entre sí, se aúllan. Las escaleras, compartidas e interminables, quizás sean más ágiles que los ascensores a la hora de leer este libro; porque vale aclarar que cada pieza tiene su tiempo, su meridiano, y si bien la hora se da, mansa, en todas las agujas del mundo, no es menos cierto que el tiempo sea una percepción privada.

Los elementos urbanos -bocinazos, el piso sucio, la luz prendida, un cassette, las sillas, las casas- parecen ser observados desde esa altura, desde la terraza en la que un suicida aún se estará decidiendo, y son poetizados con un cincelado casi, una modificación apenas, como si el poeta no quisiese hacer de los objetos más que objetos en una poesía, no permitiese que se le eche encima la poesía a las cosas, las tergiverse; porque basta que algo suceda, basta que algo esté sucediendo, -"...la verdad está sobrevalorada..."- para que los sensores hagan su tarea de metamorfosis, alcanza con nombrar el cielo, para hacerlo pequeño.

sábado, 20 de diciembre de 2008

La diversión de los amantes

por María Ximena Venturini

Dos días en Venecia
De Adrián Haidukowski
Colección extasy
Paradoxia Libros

Venecia se hunde, se muere, se pudre. Todo aquel que haya tenido el placer (porque de eso se trata) de perderse en su laberinto, entiende esa belleza única -mezcla de furiosa melancolía con decadencia-. No por nada es la ciudad natal de Giacomo Casanova, recordado amante pasional. El escritor, editor y guionista Adrián Haidukowski, autor de Met, el muerto (Sudamericana, 2001) relata con notable destreza una historia de sexo, amor (y claro, muerte) aprovechándose del ambiente onírico que traslada a su texto. Al igual que a Gustav von Aschenbach, perfecto personaje de Thomas Mann, los amantes de la historia también (se) liberan sus más oscuros deseos, llevados por el ambiente carnavalesco (luego de caer en brazos de la ciudad decadente, eligen hacer el amor con máscaras, remarcando el juego a ser otros). Varios personajes son los encargados de hacerlos caer en la tentación: una mujer rubia que ya despierta pasiones ocultas en Renata, un supuesto filósofo, los gondolieri Salvatore y Ricardo, un licor orgásmico, y por supuesto, Venecia. Pero lo más logrado de la nouvelle es, además del ya nombrado ambiente onírico, un ritmo que no para. El autor se sirve de distintas escenas que, siguiendo la mejor tradición erótica, descubren con sutileza los placeres de la carne, llevándonos (como en un orgasmo) cada vez más, al clímax de la historia. Partiendo desde aquel voyeur al cual Renata desea mostrarse desnuda, siguiendo con la hechicera escena de sexo oral en el baño, los gemidos de ella prisionera y por supuesto, la escena final: la masturbación sobre la máscara de la amada, hacen que también el lector acabe electrificado y temblando.

domingo, 14 de diciembre de 2008

Revista Sudestada-Noviembre 2008

Por María Ximena Venturini

Número 74
$6
Una casa vacía es el pasado
Donde mi voz resuena agigantada
Desde esta casa a veces he cantado
Tomando del amor la voz prestada

Alfredo Zitarrosa

La Revista Sudestada del mes de noviembre, a cargo de los editores Ignacio Portela, Walter Marini y Hugo Montero, es una vez más, un remolino de aire fresco. En este número, a veinte años de la primera edición de Por si el recuerdo, un desconocido Alfredo Zitarrosa se descubre. Un cuentista, un cronista, un locutor y un poeta se asoma mediante fotos inéditas y testimonios. Su biógrafo Guillermo Pellegrino, sus amigos Jaime Niski y Washington Benavidez y hasta la hermana del cantor, Cristina Zitarrosa, emocionan (y hasta hablan del exilio y de su infancia). Además una entrevista a Juan Carlos Gené, el actor y director, donde habla de su mirada sobre el teatro hoy, poesía de la mano de José Pedroni, un informe sobre el asesinato de Pocho Lepratti; y en la sección “Antihéroes” la historia de la argentina Mika Etchebéhére y la segunda parte del dossier “Por qué Stalin derrotó a Trostky”. Verdaderamente imperdible.